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Un sistema educativo trascendental

Puerto Rico, de ser una de las áreas de mayor desarrollo educativo a nivel global, ha pasado a confrontar una serie de dificultades que nos obligan a repensar nuestro sistema educativo. Asimismo, en el 2016, por primera vez en la historia del país la cantidad de defunciones superó la cifra de nacimientos. Este factor, al igual que la emigración, ha llevado a que la cantidad de estudiantes egresados anualmente de las escuelas de nuestro país cada vez sea menor.



El rendimiento de los estudiantes puertorriqueños en las pruebas del Programa de Evaluación Internacional de Alumnos dadas en el 2015 demostró que Puerto Rico —a pesar de no estar en la lista oficial de resultados— ocuparía uno de los diez peores resultados. Esto, pues, un 44.1 % de los evaluados estuvieron entre las puntuaciones más bajas a nivel mundial.

Los cambios que se tantean en el Departamento de Educación con la discusión de la Reforma Educativa no tan solo deben ser administrativos, sino que deben buscar transformar la perspectiva conceptual de lo que definimos como “educar”. La educación, no solo debe darse en la juventud, sino que debe alargarse durante toda la vida del individuo. Un ejemplo de esto es Finlandia, país con uno de los mejores sistemas educativos internacionalmente y el cual respalda un concepto que nuestro sistema debería adoptar: la enseñanza permanente.


Por otro lado, en vista de que los alumnos jóvenes cada vez son menos, debemos dirigir nuestras fuerzas a calidad en sustitución de cantidad. Para ello, la teoría de las inteligencias múltiples del psicólogo Howard Gardner ofrece una enseñanza individualizada que podría utilizarse para optimizar el aprendizaje.


Igualmente, es crucial la eliminación de toda metodología de evaluación que fomente la memorización esporádica de contenido, integrando evaluaciones holísticas que permitan que el individuo utilice tanto el análisis como la creatividad para saber cuándo, dónde y cómo sacar provecho de lo aprendido en distintas circunstancias.


En fin, la reforma del sistema educativo boricua no será tarea fácil, pues además de implementar cambios administrativos es necesario que se transforme sustantivamente el sistema en aras de evitar la generación de otros males a largo plazo. Para ello, el enfoque de nuestro sistema no debe ser fomentar el enfrascamiento de material ni permitir que la diversidad del estudiantado sea impedimento para el aprovechamiento de los servicios educativos.


En cambio, debemos crear un sistema que continúe enseñando a través del tiempo, en el que se ofrezca una educación analítica y creativa, tomando en cuenta las inteligencias múltiples de los estudiantes. Si deseamos un mejor porvenir para nuestro país, debemos estar claros de que una buena educación es la base para todo.

Luis J. Méndez González

Estudiante de Tecnología de Comunicación Tele-Radial, UPR

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