Jóvenes crean espacio de aprendizaje para los niños del Centro Vedruna
Los alumnos de la escuela de Artes Plásticas y Diseño confeccionaron un rincón de lectura, entre otras iniciativas únicas y creativas, para los pequeños
Volvieron a ser niños en un esfuerzo por crear el mejor salón de lectura al aire libre posible para los niños del Centro Educativo Vedruna, en Guaynabo. Los estudiantes de la clase Diseño Mobiliario de la Escuela de Artes Plásticas y Diseño de Puerto Rico recordaron su fascinación por las escaleras, por dibujar con tiza, por explorar pasadizos secretos, pero no imaginaron que los niños que eventualmente disfrutarían de su “casa en el árbol” serían quienes los devolverían a la realidad al evaluar y mejorar su propuesta conceptual.
“En ese primer 'brain storming' nos trasladamos a la infancia. ¿Qué te gustó en tu infancia? ¿Eso? ¡Ah, pues eso vamos a hacer! Y todo se puso ahí. Cuando llegamos donde ellos fue como que….Ehhh…”, recuerda Gustavo Jara Castro, quien pasó su infancia en Ecuador.
El trabajo de estos alumnos no solo tenía que llenar necesidades humanas, también ambientales.
“El concepto era un salón en el exterior, tenía que estar el árbol involucrado, por eso empezamos a decirle ‘tree house’, más por la combinación de las dos plataformas, pero el concepto principal era hacer este salón en exteriores para la lectura de los niños que se quedan aquí después de la escuela”, comienza a detallar el estudiante Ariel Mercado Ramos, de Bayamón.
Además de contar con un área semipasiva que incluyera dónde colocar libros, el espacio debía promover las artes visuales, la apreciación de la naturaleza y el desarrollo integral de los pequeños. Tenía que ser seguro para el juego y estimular la curiosidad. Para lograr todo esto lo dotaron de librero, pizarras, tubos de comunicación y una segunda plataforma, justo bajo la copa del árbol, rodeada de madera y mallas, asemejando un nido.
“La pieza termina llamándose ‘El Nido’ ya que envuelve el segundo nivel entre mallas y maderas para seguridad y para crear un pequeño espacio acogedor para los niños manifestarse de la forma que deseen, creativamente y en forma de juego, manteniendo todo en un mismo espacio. Ya que los nidos protegen a los pollitos, los pajaritos chiquitos, pues ese mismo concepto (replicamos), protegiendo a nuestros pollitos que son los nenes. La unión con esta plataforma (del primer nivel, frente al librero y las pizarras) ayuda al movimiento y al crecimiento intelectual con los libros, así que hay este crecimiento dentro de este nido”, explica, por su parte, Daphne Casiano Nieves, de San Juan, en una especie de tertulia con los diseñadores sentados sobre su obra.
Pero Jara Castro vuelve a recordar que aun cuando pensaban tener todo resuelto, los niños los sorprendieron.
“El nido era un montón de cuerdas y una chica tenía una preocupación de ‘¿y si me caigo por ahí?'”, rememora.
“Me llamó mucho la atención de las niñas sugirieron que esto fuera una pizarra (la pared del edificio que alberga el Centro Vedruna, junto a la cual está el árbol) y se saliera de la típica pizarra verde cuadrada", destaca también Casiano Nieves. “Así que estas casitas (siluetas de casas de colores hechas en madera y convertidas en pizarras) son parte de lo que ellos podrían usar para desarrollar su imaginación, y (se logró) que pudieran sacarlas. Lo que presentamos a los niños era que mientras uno está dibujando en ese espacio, la otra puede sacarse y otra persona puede seguir dibujando en el espacio que queda. La idea de que fueran unos imanes (lo que las sujetara) no funcionó, y ahí fue el proceso a última hora para resolverlo”, explica antes de contar que luego de más de una hora buscando opciones en una ferretería, consiguieron dar con los sujetadores idóneos.
Otro de los conceptos depurados por los niños fue el de los tubos de comunicación. Originalmente eran para enviar cosas pequeñas del segundo nivel al primero, pero la preocupación de uno de chicos sobre la posibilidad de que se taparan, hizo que su uso cambiara solo para el de comunicación oral entre los niveles.
La importancia de ese trabajo en equipo entre los profesionales del diseño, los clientes y los usuarios finales del proyecto fue la principal lección que aprendieron estos alumnos. En dos meses los jóvenes procedentes de distintos rincones del País completaron todo el proceso, desde el desarrollo del concepto hasta la construcción.
“Esta es una de las clases más avanzadas que tenemos en el Departamento (de Diseño Industrial). Hace como diez años que la utilizamos para coger proyectos comunitarios reales. En la primera mitad del curso se da una introducción de lo que es el mueble y el espacio, y cómo afecta como catalítico para generar actividad o lo que fuese; se les introduce a lo que es el espacio como tal. La segunda parte es un proyecto real con clientes reales. La idea es trabajar con proyectos comunitarios donde la escuela pueda servir a la comunidad poniendo su granito”, explica el profesor Vladimir García, también director del Departamento de Diseño Industrial.
El poder de la unidad creativa
Centro Vedruna es una institución comunitaria creada tras el cierre en los años 70 del Colegio Vedruna, que dirigido por monjas. Está contiguo al Residencial Alejandrino y durante las tardes provee a niños en edad escolar servicios de tutorías, refuerzo académico y clases de arte, en horario de 3:00 a 5:00 p.m.
Para sus distintos proyectos cuenta con ayuda de ciudadanos y organizaciones que donan materiales y servicios. En este caso en particular, fue pieza clave la organización sin fines de lucro Transformando Nuestro Entorno, creada por la arquitecta Rebecca Vicéns. “Apoyamos esfuerzos comunitarios dirigidos a mejorar entornos desde la arquitectura”, afirma Vicéns.
“El Nido” es parte de un plan que con ayuda de más instituciones como Banco Popular y Habitat for Humanity ya ha dotado al Centro de huerto, finca comunitaria, parque pasivo, vereda y un mural de Gadiel Rivera que está en proceso.
“Con Ediciones SM viene un proyecto de lectura por placer. El propósito es que el niño (y la niña) a través de la lectura pueda mejorar su aprovechamiento académico, cosa que ya se ha probado”, explica José Morales, historiador, profesor universitario y director del Centro Educativo Vedruna.
La historia detrás de los pisos
“Los materiales eran limitados, así que parte de los materiales fueron auspiciados por First Bank y otros son reciclados. Estos son los bancos de la iglesia (que había en el antiguo colegio)”, indica tocando los pisos de El Nido.
Los diseñadores aprovecharon la caoba de 25 bancos para construir las plataformas y la estructura del nido. “La madera se reusó para el mismo propósito, que sigue siendo ayudar a la comunidad”, apunta Morales.
Y se aprovechó todo, tal y como detalla Mercado Ramos.
“Uno de los materiales bien protagonista es esta madera caoba. La parte de sentarse fue la que usamos de piso y los otros ‘scraps’ fueron los que utilizamos para hacer el nido, volviendo a la idea de que los pajaritos usan lo que encuentran para construir sus nidos”, ilustra.
Morales no puede ocultar su admiración al genio y a la dedicación del equipo de diseñadores, completado por los estudiantes Ronald Hernández Ortiz, de Cataño; Francheza Santiago, de Carolina; Melanie Olmo Delgado, de San Juan, y Raúl Ramos Álvarez.
“Estos jóvenes se fajaron de sol a sol. En las noches todavía estaban aquí trabajando. Hicieron un trabajo titánico, así que estamos más que agradecido”, expresa, antes de proceder a entregarles un certificado en el que oficializa en sentir de la comunidad.
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