Soluciones atípicas para transformar la educación
Ante la enorme complejidad del sistema escolar público, cuyos problemas y deficiencias consumen la mayor tajada del presupuesto gubernamental sin que hayan mejorado los niveles educativos, Puerto Rico no puede continuar con el reciclaje de fórmulas y de proponentes que no han dado resultados.
El Departamento de Educación tiene que ser reconceptualizado para que su estructura administrativa sea un apoyo y no un obstáculo a su misión pedagógica y con el País.
Dada la magnitud del trabajo, que impactará un sistema con más de 1,000 planteles, 70,000 empleados y 400,000 estudiantes, no se puede escatimar en la búsqueda del mejor talento con la experiencia y el peritaje que puedan dirigir la gigantesca tarea de reencaminar la educación pública hacia la formación del ciudadano del siglo 21.
Transformar nuestro frustrante sistema educativo conlleva, entre otros, dejar atrás el reciclaje de secretarios provenientes de una estructura contaminada con la política partidista. Los cambios tienen que estar liderados por el mejor talento, con una remuneración que se ajuste a las realidades del mercado y los retos de la encomienda educativa.
Estos tiempos difíciles requieren soluciones atípicas. En esa óptica vemos el contrato extendido por la Autoridad de Asesoría Financiera y Agencia Fiscal a la secretaria de Educación, Julia Keleher, para coordinar la reestructuración de las áreas administrativas y de currículo del departamento.
No obstante, en la transformación de Puerto Rico la transparencia es un mandato. Igual lo es la rendición de cuentas del funcionario al que se entregó el futuro de nuestros niños.
Por eso, el gobierno está llamado a exponer en su justo contexto los criterios para la selección de Keleher y lo que en concreto espera del diseño de reorganización y modernización institucional, acorde a la situación económica, que ella debe rendir en cinco meses. Queda en manos de la Secretaria presentar los lineamientos de sus reformas sistémicas, el peritaje y la experiencia que como consultora ha de aportar para atender la deserción y los bajos niveles de aprendizaje que persiguen al estudiantado.
La falta de continuidad en las políticas públicas se siente cada cuatro años, cuando una administración desbarata lo hecho por la anterior. Mucho dinero y esfuerzos se han echado a perder por la preeminencia de los intereses partidistas y económicos sobre los educativos. Ya es tiempo de detener el ciclo malsano que tiene a Educación en el callejón sin salida del anacronismo y la ineficiencia y, a los estudiantes, exhibiendo un paupérrimo desempeño que reduce sus oportunidades de futuro.
No hay que mirar muy atrás para identificar algunos de los intentos fallidos de reorganizar el sistema. Uno se dio en la década de 1990 mediante la Ley de las Escuelas de la Comunidad, que buscaba cambiar el rumbo del gigantismo administrativo y la educación deficiente, transformando los planteles en centros educativos administrados por las comunidades, con un consejo escolar encabezado por el director, que debía producir las políticas administrativa, económica y potencialmente la académica.
Enterrado lo anterior, en 2003 el informe McKinsey, comisionado a un costo de $3 millones, dio base para el proyecto de “reingeniería” bautizado como “Repensando el Departamento de Educación”.
El documento detalló el descalabro administrativo, la burocracia y la pésima distribución de los recursos en el departamento, entre otros problemas que todavía hoy impiden que los recursos lleguen al estudiante. Pero no tuvo seguimiento bajo la próxima administración, la cual emprendió otro proceso de transformación procesal, que al cambiar la administración de gobierno nuevamente, se abandonó por completo.
Hoy estamos forzados a pensar en grande para contrarrestar nuestra gran tragedia educativa, marcada por la ausencia de una visión clara de lo que se necesita hacer para formar a un ciudadano apto y motivado a aportar a nuestras metas como sociedad.
Le toca a la secretaria Keleher demostrar que puede poner de pie al sistema, colocando al estudiante en el centro del proceso de enseñanza y aprendizaje.
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