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Una isla que se vacía de juventud y talento

La precarización de la vida en Puerto Rico se acelera con la reforma laboral que estudia la legislatura, y que amenaza con subvertir importantes conquistas para los trabajadores.

Esta pretendida reforma responde a la solicitud de la Junta de Control Fiscal, contenida en su carta al Ejecutivo del 20 de diciembre de 2016, de que se revisaran las leyes laborales por considerarlas incomparables con las de otras jurisdicciones en Estados Unidos para efectos de costos al patrono. En esa misma carta, la Junta propone estimular el trabajo, limitar el asistencialismo y reducir la pobreza, entre otras cosas, sin reparar en las contradicciones inherentes a tales exigencias. Comienza así el largo rosario de misterios que transformará la vida en la isla, acaso de manera irreversible. Conviene entonces hilar fino para comprender el riesgo que entraña legislar a la ligera.

La ruptura del pacto social en Puerto Rico es evidente y precede la imposición de una Junta tiránica que solo viene a recrudecer la ausencia de acuerdos que cobijen los sacrificios que habrán de enfrentarse.

El fracaso de la gestión gubernamental en Puerto Rico la comparten los partidos de mayoría que estimularon la depredación de los bienes y del capital. En este sentido la culpa se origina en Puerta de Tierra pero pasa por la Milla de Oro, Guaynabo y Dorado, por no decir Nueva York y Washington, D.C. Ahora bien, ¿estarán los legisladores dispuestos a rebajar sus emolumentos en la misma medida en que se los menoscabarán a los trabajadores? Por supuesto que no. La soga siempre parte por su lado más fino y para los honorables cualquier sacrificio personal es impensable.

Paradójicamente, la Junta cita en su carta de marras la existencia de múltiples estudios que históricamente han señalado las insuficiencias del modelo económico de Puerto Rico —y la mala gestión pública, pero ignora que la responsabilidad debe repartirse entre todos, y no concentrarse en unos pocos. Cebarse con los trabajadores mediante su empobrecimiento es una manera asimétrica de procurar resultados, con dos efectos inmediatos: la precariedad en el nivel de vida de los mayores y la emigración de los más jóvenes. Ambas cosas encierran costos sociales harto onerosos. Quien no tiene, no gasta. Es así de sencillo. Y una isla que, además, se vacía de juventud y talento no podrá sostenerse por mucho tiempo.

Podremos hablar de estimular la lectura, la escritura, las ciencias y las matemáticas pero no hace falta un telescopio para descubrir el perímetro de la nariz. ¿Cómo se supone que le hablemos a nuestros estudiantes de trabajo formal y responsabilidad ciudadana al graduarse cuando no habrá banco alguno que les financie casa o carro hasta que transcurra año y medio de periodo probatorio en el empleo? Menuda manera de estimular la participación laboral. Y si encima se reducen los días por enfermedad o el salario mínimo como dispone la ley PROMESA, pues habrá que cerrar la puerta y echar al agua las llaves.

La nueva legislatura ha anunciado que abordará las reformas más abarcadoras y controversiales temprano este año, en parte obligada por la falta de liquidez que se viene encima el mes entrante. Pero si bien lo urgente derribará lo importante en materia de atención legislativa, conviene recordar que la participación amplia de los ciudadanos en la consideración de estas medidas es imprescindible e impostergable, si es que se pretende alguna legitimidad en el proceso. Como reza el dicho, se necesita un sólo árbol para hacer un millón de fósforos pero un solo fósforo para destruir un millón de árboles.

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