Privatizar no es la pregunta
En tiempos de huracanes y apagones, de bancarrotas y pejes blancos, pocos dirían que admiran a la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE). Pero los orígenes de la AEE deben ser fuente de orgullo para el país. La AEE fue fundada en 1941 con una propuesta ambiciosa: la electrificación total de Puerto Rico como estrategia de desarrollo económico. La apuesta fue un éxito a la par con la Tennessee Valley Authority, la monumental iniciativa del Nuevo Trato para electrificar las áreas rurales de Estados Unidos, oscuras hasta ese entonces
Sin embargo, hoy nos encontramos con una corporación pública insolvente cuya infraestructura se está desmoronando. Su historia refleja la historia de Puerto Rico en el Siglo XX, de la decadencia y caída de un gran proyecto nacional debido al descuido, la indiferencia y la politización. Así se ignoraron las altísimas tasas de robo de luz, se legislaron subsidios irresponsables y establecieron precios a base de sus consecuencias políticas y no de las mejoras capitales que requería el sistema.
En ese contexto, la propuesta reciente de privatizar la Autoridad no debe sorprender a nadie.
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Jean René Santiago Cruz
Estudiante de Maestría en Derecho y Finanzas