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Una espiritualidad de relaciones, no de tradiciones

Décadas después de que se vaticinara la muerte de Dios y de la iglesia, el panorama mundial contradice una y otra vez esas proyecciones. Aunque la influencia de las instituciones religiosas decayó considerablemente en la posmodernidad, la religión todavía representa el marco identitario y cultural a través del cual millones asimilan su realidad.


Pregúntele a cualquiera su credo religioso y notará que no presenciamos una sociedad secularizada. Pregúntele luego si asiste a alguna iglesia y advertirá entonces que se trata, sí, de una sociedad desafiliada de las instituciones tradicionales. Por ejemplo, estudios recientes a nivel de Estados Unidos estiman un abandono de la iglesia por casi un 60% de jóvenes cristianos que antes asistían a ella regularmente.


En el contexto de la Semana Santa, el sociólogo y pastor de la Iglesia Cristiana Discípulos de Cristo, Eliezer Ronda, comenta las nuevas tendencias de la juventud religiosa y el futuro de la iglesia en Puerto Rico.

JBM: ¿Quedan jóvenes en las iglesias del país? Tengo la impresión de que, aunque sigue habiendo jóvenes creyentes o con curiosidades espirituales, cada vez menos se identifican con la iglesia como institución.


ER: Creo que sí, quedan jóvenes en las iglesias y lo vemos en la sociología de la congregación. Creo que Puerto Rico se sigue definiendo como un país con tradición cristiana, ya sea católica, protestante o alguna otra ramificación de la fe cristiana. No obstante, creo también que hay una dificultad de algunos de esos jóvenes con la institución.


Por eso vemos iglesias que han ido envejeciendo y esos jóvenes canalizando su fe con otras congregaciones más contextualizadas a desafíos tanto programáticos como críticos de su experiencia de vida, o que lo canalizan a través de algún tipo de organización o esfuerzo de impacto filantrópico o comunitario.


JBM: ¿Cuáles podrían ser las razones de ese distanciamiento de la iglesia y cómo lo interpreta la propia iglesia?


ER: Hay un libro que escribió David Kinnaman que se llama “Me perdieron” y describe muy bien las tendencias de muchos jóvenes criados en la experiencia de la iglesia. Tiene que ver con cómo el joven en unas etapas de la vida pierde fe en la institución, tiene cuestionamientos acerca de la fe o tiene cierta frustración con el estancamiento de las iglesias. Él le llama a eso los “pródigos”, los “exiliados” y los “nómadas”.


Los exiliados son personas que creen en Dios pero tal vez no ven que su idea de Dios encaja dentro de la iglesia, es decir, “creemos pero estamos en otra parte”. Los pródigos son personas cuya fe a lo mejor no está muy relacionada al estatus actual de la iglesia, pero creen que la iglesia tiene un fin razonable y bueno para servir. Los nómadas son personas que de alguna manera u otra están en una búsqueda de fe.


JBM: ¿Y esas distintas rupturas con la institución se dan por asuntos de contenido o de forma?


ER: Creo que son las dos. Creo que hay jóvenes que, cuando hay un contenido que responde a sus desafíos, ya sea que se le presente con un culto bien colorido o no, se van a sentir desafiados, retados y van a encontrar oportunidades de servir donde quiera que estén. Claro está, eso no quita que les resulte llamativo todo lo que esté alrededor de ese mensaje, pero lo determinante va a ser si el contenido es bueno.


Si la programación es buena pero no tiene contenido, o el contenido se reduce a un recetario de lo que el joven tiene que hacer, y no responde a unos aspectos más complejos de la vida, llega el momento en que ocurre una fatiga por la ausencia de retos. El desafío está en cómo la iglesia puede hacer una combinación de ambas.


JBM: En cuanto a los que permanecen en la iglesia, ¿cuál podríamos decir que es el perfil de ese joven? Si fuéramos a usar categorías tipo liberal-conservador, ¿cómo lo caracterizarías?


ER: Yo no sabría decirte de manera categórica si hay algo como que los jóvenes son más liberales que conservadores. Creo que la mayor parte de la juventud en el país todavía preserva unos valores más “tradicionales”. Se ve en los comentarios que hacen en las redes sociales, ya sea que vengan o no de un entorno religioso. Creo que es un asunto de la cultura más tradicional, y me atrevería a decir latinoamericana, que está presente en todo eso.


A la misma vez, sociológicamente hablando las nuevas generaciones siempre van a estar generando cambios frente a las generaciones que le precedieron. El joven suele ser más utópico, más idealista. Eso no es nada nuevo. En ese sentido, los jóvenes están en una búsqueda de cambio y creo que están más abiertos a otras propuestas de cómo hacer la vida y cómo responder a la diversidad, a la inclusión de todos. Hablamos de inclusión y mucha gente piensa en el asunto de la homosexualidad, pero la inclusión también tiene que ver con el lugar de personas invisibilizadas por sus ideas, estilos y trasfondos en la mesa de servicio.


JBM: ¿Qué interés si alguno has percibido en los jóvenes por estas batallas legislativas que se suscitan cada cierto tiempo y que suelen ser protagonizadas por algunos sectores religiosos?


ER: Todo depende como quieras mirarlo, pero creo que hay una juventud que tiene una frustración cuando la iglesia se mueve a una legislación de la fe, en vez de a una práctica de la fe. Obviamente se puede partir de la premisa de que, si la fe se está legislando, es porque se está practicando, pero la lectura general que se tiene es que se está imponiendo y no modelando. El ejercicio de la fe debe ser indistintamente de qué diga el otro o la otra.


JBM: ¿Dirías que, desde la perspectiva de los jóvenes, hay cierto desenfoque temático de la iglesia con estos asuntos de la “moral” y la familia tradicional?


ER: Yo creo que la iglesia tiene que responder a las etapas significativas del joven. El joven está intentando descubrir lo que quiere ser en la vida y cómo puede ser útil con sus habilidades y destrezas. La pregunta de con quién se va a casar es una preocupación posible y es algo que obviamente se puede atender, pero si solo nos concentramos en eso llega un momento en que esa pregunta ya tú la contestaste. Si tú le dices al joven con quién se tiene que casar, ya sea con un hombre o con una mujer, ya no hay más nada en esa conversación que puedas ofrecerle.


Ahora, ¿cómo ese joven puede ser útil para servir con sus habilidades y destrezas? ¿Qué cosas tienen que ser transformadas en la sociedad? ¿Cuáles son los sistemas opresivos que no nos permiten salir de este atolladero? De repente nos encontramos en luchas que pueden ser muy estériles, que satisfacen nuestro ego de exponer nuestro punto de vista pero a fin de cuentas no se traducen en una transformación real.


Llega un momento en que eso genera desesperanza en muchos jóvenes porque la iglesia no se ve como promotora de las transformaciones sino de los estancamientos y las imposiciones.


JBM: Algunas prácticas espirituales alternativas se han popularizado últimamente, como la yoga y la meditación. He escuchado incluso una noción de la “iglesia del café”, sugiriendo que la dinámica en un “coffee shop” tiene el potencial de un encuentro reflexivo y comunitario como el que la iglesia, en el mejor de los casos, propicia. ¿Cómo ves esos fenómenos?


ER: Cuando uno fundamenta la espiritualidad en las relaciones (con Dios, con nosotros mismos, con nuestro entorno) y privilegia esa noción cristiana de un Dios que quiere relacionarse con el ser humano a pesar de su fragilidad, el lugar o la actividad no es tan determinante como su capacidad de generar interacción.


Una fe que se fundamente en un “coffee shop” no dependerá de si consumimos café o no, sino en cómo nos adentramos en la intimidad de nuestras relaciones, de las preguntas que tenemos y de nuestras historias. A fin de cuentas, aunque Jesús en algún momento estuvo en la sinagoga, su ministerio no fue otra cosa que conversar sobre la cotidianidad de las personas, con los discípulos y las personas que se encontró en algún momento.


JBM: ¿Cómo ha afectado la crisis socioeconómica, el Huracán María y la emigración a esos jóvenes que pertenecen a instituciones religiosas?


ER: Toda la situación obviamente ha afectado. Sabemos que hay muchos jóvenes que se fueron y estamos ante un desafío bien fuerte de una generación que se está yendo, y que esperamos y añoramos que regresen. Pero si bien la historia del huracán ha tenido muchos efectos, entre ellos la emigración, también ha generado un sentido de pertenencia y servicio.


El huracán generó una identificación y solidaridad con el país; un deseo de echarlo adelante y de contribuir al resurgimiento de nuestra tierra, al punto que a la misma vez que unos se iban, otros que ya estaban afuera querían regresar para ayudar. Aquí vimos muchos jóvenes sirviendo en estos meses y uniéndose a distintos esfuerzos de iglesias y municipios. Esos jóvenes todavía no han terminado la conversación; todavía siguen dialogando sobre cómo darle continuidad a lo que han llevado a cabo, cómo fortalecer el país y llevarlo a un escenario digno.


JBM: La organización a la que perteneces, Especialidades 625, pronto estará abordando en unas conferencias “el futuro del cristianismo ante el desafío de las nuevas generaciones”. ¿Tienes algún adelanto de esa discusión en el contexto de Puerto Rico?


ER: Esta es una discusión muy amplia. Creo que posiblemente hay una nueva manera de hacer iglesia. Creo que tal vez la iglesia debe moverse, más allá de trabajar en la sacralización del culto, a fortalecer las relaciones humanas, que son nuestra mejor evidencia de lo que estamos siendo como iglesia. Billy Graham, quien falleció recientemente, decía que “nosotros somos las biblias que la gente lee, los credos que la gente cree y los sermones que la gente realmente escucha”. Eso no se hace en un culto solamente, sino que tiene que ver con cómo nosotros vivimos la experiencia de la fe.


Si el cristianismo se sitúa y se limita únicamente a cómo se vive en el culto, vamos a tener un gran problema. El culto lo que significa es el cultivo de relaciones, pero hemos preferido cultivar nuestras tradiciones en vez de las relaciones. Si no trabajamos con eso nos va a pasar como al sistema político y económico de Puerto Rico, que tal vez nos respondió en un momento dado pero no se reinventó ni se replanteó y hoy estamos endeudados. Podríamos decir que hubo un asunto de la administración de esos recursos, pero tal vez es que el modelo ya no paría más y no se replanteó. Tal vez la manera de hacer iglesia no se ha replanteado, pero la iglesia no es lo mismo que el evangelio.


Esta entrevista también fue publicada en El Nuevo Día.





Eliezer Ronda

Sociólogo y Pastor de la Iglesia Cristiana Discípulos de Cristo








José B. Márquez

Coordinador, #SOMOSelAHORA

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