El futuro de la memoria en Puerto Rico
El otro día coincidí con dos grupos separados de millennials que se sentaron a mi lado a almorzar. Aunque estos grupos no aparentaban conocerse, tenían un discurso muy similar. Decido hacerme invisible para no interrumpir la candidez de su conversación e inicialmente siento la gran necesidad de estos jóvenes de dejar saber, casi a gritos, lo que piensan del mundo, del país, del trabajo, de las (no) expectativas de casarse y tener hijos. Una gran necesidad de identidad individual y generacional.
En términos de línea de pensamiento, actitud y perspectiva del mundo, esta generación comparte muy poco con la mía, aquellos que nacimos en los años 60 y tempranos 70, independientemente del status social o económico. Valoran mucho la educación extranjera, la experiencia de conocer y vivir fuera de Puerto Rico pero desde una perspectiva limitada por las necesidades de su generación.
Aun cuando conocen de historia, se percibe menosprecio e irreverencia por la experiencia de pasadas generaciones. Como generación, “no necesitamos a nadie” parece ser su consigna. Hablan con mucha pasión de economía, de trust funds, de tecnología.
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